Al
enfermo se le diagnosticó ya hace algún tiempo de catatonia, síndrome neuropsiquiátrico
caracterizado por anormalidades motoras, que se presentan en asociación con
alteraciones en la conciencia, el afecto y el pensamiento. Para intentar
sacarlo de tal situación se requirió de un cuadro médico multidisciplinar en el
que intervendrían cuatro especialistas de reconocida solvencia.
El
primero de los especialistas, doctor Brey, anestesista, había conseguido
mantener al enfermo, durante los últimos 4 años, en la situación propia de su
especialidad, conservando las constantes vitales pero sin reanimarlo por si
acaso el enfermo tomaba conciencia de la gravedad de su situación. Aunque
algunos miembros del paciente requerían un tratamiento de urgencia por peligro
a tener que amputarlo, el doctor Brey ha aguantado las múltiples infecciones de repetición, y
cada vez más numerosas, a base de sedación y sin practicar ningún método localista.
El
especialista en cirugía torácica, doctor Sánchez, se llegó a poner el traje
verde de quirófano y puso al enfermo en más de una ocasión sobre la mesa, e
incluso intentó poner de acuerdo al resto de los especialista para conseguir,
aunque solo fuera para poder sacarlo de la situación de gravedad, y reanimarlo,
para después entre todos ir recuperándole primero la conciencia y después la
psicomotricidad. El problema se le planteó cuando el anestesista no daba el
visto bueno por falta de empatía con el cirujano; y el otro especialista, el de
plástica y estética, estaba más que por colaborar para la recomposición de las
partes dañadas, por hacer intervenciones de plasticidad y “postureo” en sí
mismo y en los miembros de su equipo.
El
cirujano plástico, doctor Turrión, que
había salido de la universidad popular, estaba más por vender su propia imagen,
incluso a costa de algún improperio sobre antiguos cirujanos jefes, que por
aportar sus conocimientos y propuestas para conseguir que el enfermo saliera de
la sedación, también entendía que era más importante su especialidad de
recuperación estética que la física que proponía el cirujano torácico.
El
cuarto especialista es diplomado en logopedia, y por ello no menos importante,
se pensó para esta especialidad en el diplomado Rivera dado su verbo fácil y
buena relación, en principio, con el equipo de anestesiología, y que podría
hacer un buen trabajo para cuando se tuvieran que aportar cada equipo los
conocimientos de sus especialidades; el problema grave surgió cuando el
cirujano plástico anteponía su intervención a la recuperación que proponía el
especialista en fonética.
A la
vista de los desencuentros de los galenos, el gerente del hospital, doctor
Patxi López, decidió volver a sedar al enfermo y colocarlo en UCI hasta ver si
haciendo una nueva consulta con los familiares, estos discernían quien sería el
cirujano en el que depositar la confianza.
Los
familiares han hablado y decidido, con cierto criterio médico, por aquello de
la especialidad, pero no por la urgencia del caso, que el primero en intervenir
sea el doctor Brey; que tendrá que hacer algún esfuerzo más en esta ocasión,
para conseguir los suficientes enfermeros y auxiliares y obtener la ayuda
suficiente para su intervención.
Mientras
tanto el doctor Sánchez está intentando poner a su equipo en sintonía para llegar
a acuerdos en el tratamiento a realizar en caso de tener que intervenir de
urgencia.
El
doctor Turrión, que a última hora fichó a un especialista en medicina de
familia, recién salido de la universidad, doctor Garzón, ha visto como no ha
sido capaz de convencer a la familia del enfermo para conseguir los apoyos
suficientes e intervenir él en primera instancia.
El
logopeda, como propio de su especialidad, anda estos días intentado conseguir
unir los suficientes apoyos para entrar a formar parte de los llamados
“salvadores de la patria”.
A la
espera de que los “señores cirujanos” sean capaces de ponerse de acuerdo con la
intervención a realizar y el posterior tratamiento, el enfermo sigue en UCI.
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