Esta
semana he estado un poco “mimosón”, tanto es así que mi perorata va a ser más
de los sentimientos y placeres del cuerpo, que por el nutrir del alma.
Todo
esto me viene motivado por una reflexión, que yo solito, he estado mascullando
en los últimos días. Resulta que el susodicho una vez desayunado, se sienta
cada día delante de la pizarra digital y, enlace por aquí, enlace por allá, se
mete entre hemisferio izquierdo y hemisferio derecho, del cerebro claro, más de
un titular de prensa y algún que otro artículo completo, eso sí, procuro que
haya diversidad de editoriales, sobre todo para no intoxicarme y que la
bilirrubina no tome valores fuera de rango; esto último es como consecuencia de
haber pasado la ITV esta misma semana y provocar en mi fuero interno una
asociación de ideas; como siempre, chapa y pintura aceptable, la refrigeración
y la junta de la trócola habrá que seguir engrasándola, he tenido momentos más
complicados.
A lo
que iba que me enrollo como un repollo. Que quería yo decir, que con tanto
atiborramiento de noticias, al final me da a mí, que ese exceso que digerimos
de una forma compulsiva, lo que consigue es el efecto contrario a lo que
debería ser, nos hemos creados una cantidad de anticuerpos informativos que ya
no le damos la importancia que algunas de estas noticias requieren.
No es
que yo sea mucho de telediarios, pero cierto es que cualquiera de ellos es como
el antiguo periódico “El Caso”; entre la corrupción, las negociaciones que no
se negocian, las llamadas a comparecer a los juzgados por una y otras causas,
aunque estas sean prediluvianas, aquellas otras donde está la flor y nata de la
aristocracia, los florecidos, perdón aforados…, ¡en fin! para que seguir si la
mayoría de todos las sufrimos; pues eso, que es tanto el atiborramiento a que
nos tienen sometido que antes de que hayamos asimilado la penúltima ya están
con otra de mayor calado, no te digo nada si haces un zapping, entonces es
mejor ponerte las cintas de vídeos que tienes guardadas en el baúl con los
viejos programas de “La bola de cristal” o “El chavo del 8”, todo esto a
expensa que algún vecino no te denuncie y tengas tú también que ir a los
juzgados por aquello de enaltecimiento de no sé qué.
Ya
decía que esta semana había estado plagada de sentimientos y momentos de
emociones. Uno de ellos se produjo el jueves; había sido invitado por la
“Asociación Musical Cacereña” a un concierto de un cuarteto de flautas, el
“Trío Aines con Ana María Rodríguez”, así que el trío se convirtió en cuarteto;
en otras ocasiones ya había asistido a alguna actuación del trío, con la
incorporación de una cuarta flauta, el repertorio ha ganado, tanto en la
calidad de las obras como en la diversidad de las piezas. Aquí los sentimientos
estaban como el cerebro, partido, por una parte la proximidad de amistad con
una de las componentes del grupo, Cristina, y por otra parte, que cada vez que
asisto al aula de cultura “Clavellina”, donde se celebró el concierto, me
afloran huellas de lo que fue y que en la actualidad solo queda este pequeño
remanso de cultura y musicalidad. Me estoy refiriendo, a que el minúsculo pero
entrañable escenario sigue estando coronado por el anagrama de “Caja de
Extremadura”, que como Fundación sigue aportando su granito de arena a la cultura
cacereña. ¿Qué fue de mi caja, ¡madre mía!?
Si
tuviera que hablaros del concierto seguro que no sabría transmitir lo que allí
sonó, ahora bien, me hizo reflexionar que cómo una pacense, una aurgitana, una
pamplonica y una cacereña con unas hojas pentagramadas y unos chirimbolitos en
negro, sean capaces de ponerse de acuerdo y hacer sentir y transportarte a un
bosque encantado o hacerte mover los pies al ritmo de una pieza arabesca.
Al
salir del concierto y sentir el frío de la noche gélida en la cara, volví a la
realidad y me vino a la memoria una pregunta, ¿cómo estas músicas son capaz de
ponerse de acuerdo con ese lenguaje internacional que es la música, y otros que
llevan no se cuanto tiempo reuniéndose y haciéndose proposiciones no son
capaces ni de sentarse a hacer un bien por los demás? ¡Está claro!, ellas utilizan
el mismo código, los otros cada uno el suyo, ¡qué lástima de esperanto!
¿Seguirán todavía en las nubes?
Deseando
estaba que llegara el sábado, de entre las muchas relaciones que uno tienes,
aquí en mis posesiones de invierno, mantengo amistades por varios motivos; la
música (aquí entran el folklore, el
flamenco, el conservatorio…), por aquello de las ideología, por lo de defender
derechos…, y la de la amistad en el sentido más limpio y diáfano de la palabra.
Con un
grupo de amigos tenemos la sana costumbre de “cai cuandu” juntarnos a tomar las
cañas, lo que en otros sitios son “las onces” o “el vermut”, casi siempre unas
cañas con ellos acarrea un nuevo compromiso, así surgió una especie de cofradía
gastronómica en la que cada quisqui nos deleita al resto de los componentes con
la especialidad de la casa. Os propongo acertijo fácil; mes de febrero, después
de San Blas, descendientes rayanos y catovis, verdura de temporada, parte del
estómago del cerdo en el que se embucha de todo…, no sigo por ahí que se me
hace la boca fosfatina, pues sí habéis acertado; en esta ocasión berzas con
buche; eso sin contar los antes y los “despueses”. Como la cosa era lenta de
digerir se tuvo que regar bien por aquello que facilitar la absorción de la
materia grasa; ¡excelente! tanto por lo productos como por la elaboración ¿y
qué decir de la compañía? ¡Nada! La cena liguerita, uno huevos fritos con
patatas al mismo modo y alguna que otra entrada y salida.
¡No me
diréis que hoy no he estado condescendiente con vosotros, si hasta os he
perdonado las cosas poco buenas a las que os tengo mal acostumbrados!
Gracias,
de la resaca me estoy recuperando, no os preocupéis.