Hoy
toca clase de lengua, como primer deber os voy a poner la conjugación del verbo
atascar, empezamos con: infinitivo atascar, gerundio atascando y participio
atascado; ¡vale, ya veo que no hace falta ir a la reválida!, aunque tampoco es
que sirva para mucho, pero ahí está. Nos vamos a quedar con el participio,
situación más que desbordada en estos días de procesiones y viajes ¡a tutiplén!
No hay
noticia diaria, por eso de las celebraciones, que no le dedique algún tiempo a
la información de los atascos que se producen, principalmente a las salidas y
entradas de las grandes ciudades, aunque no es patrimonio de ellas; voy a ver
si consigo poneros algunos ejemplos de atascos mayúsculos.
Empiezo
por esta mi ciudad de residencia invernal, aquí los “norbanos” o “norbenses”,
palabras que he aprendido recientemente como gentilicio de los cacereños, por
aquello de Norba Caesarina, hemos tenido varios tipos de atascos; los propios
por la llegada de visitantes al reclamo de la Semana Santa declarada de Interés
Internacional, los hoteles al 100 %, las plazas y calles abarrotadas, del
tráfico mejor me callo, solo recordar que allá por el mes de junio del año
pasado, publicaba en crónica digital lo de cortar una de arteria principales de
la ciudad que une las dos avenidas de más tráfico en situación normal,
imagínense en circunstancias especiales, si a esto sumamos que otra calle que
desahogaba un poco la situación, calle San Pedro de Alcántara, ha sido
convertida en una inmensa terraza hostelera para descanso y solaz de propios,
extraños y prebostes, el atasco está servido.
Incluso
en una pequeña localidad como mi pueblo, donde el aparcar coches es arto
difícil en condiciones normales, por aquello de la estrechez de las calles,
imagínense estos días donde el personal que antes se iba a las playas y a la
montaña, ahora han descubierto el turismo rural, aquello era un hervidero, eso
sin entrar en pormenores de quererse tomar una cerveza a la hora de “las once”;
algunos pensaron el llenar la endorga a base de lúpulos, pitarras y vituallas
taberneras y terminaron yéndose a las seis de la tarde salivando cual lebrel
tras la liebre. La hostelería en mi pueblo, salvo honrosas excepciones: ¡cero
patatero!
No
penséis que los atascos son solos urbanísticos, algunos llevan atascados hace
ya algunos meses; en este nuestro País llamado “Piedradura”, por aquello de
Pedro Picapiedra y Pablo Mármol, parece ser que el atoramiento va para largo,
el uno pone los bueyes delante del carro, el otro tiene un carro pero no sabe
si le van a dejar conducirlo; eso sin contar con que en sus mismas “casas”
tienen atascado hasta el sumidero del corral por si llueve.
Pablo
Mármol no deja que “Errejoncito” asome la cabeza más allá del visillo de la
ventana y lo tiene enclaustrado tal hermana ursulina en tiempo de ejercicios
espirituales; el compañero Pedro Picapiedra está en un sin vivir y no sabe si
apretar o abarcar, ya lo dice el refrán: “quien mucho abarca, poco aprieta”, no
sabe si mirar al Sur o a la Moncloa, otro atasco monumental, este se llama
“atoramiento congresual”.
En
“pitufilandia” los azulitos genoveses no tienen ningún atasco que no sea propio
de aguas turbulentas, lo último que tenían atascado era la situación de los
concejales falleros y han tirado por la calle del medio, los suspenden
cautelarmente de militancia pero siguen estando en el grupo como
independientes, que me lo expliquen que no lo entiendo.
¡¿Y en
la Carrera de San Jerónimo, no hay atasco?! En este caso el atasco es por
indigestión, esas que te producen cuando lo que tienes dentro quiere salir pero
los esfínteres no están preparados para ello; y apretón de un lado, apretón de
otro pero no se consigue poner aquello en funcionamiento, que si voy y
compadezco, que si no tengo porqué, que si estamos en funciones…, que nada, que
mejor una cucharada de aceite en ayuna a ver si vamos limpiando los intestinos.
Ahora
bien, de todos los atascos que pululan por doquier, el que parece que va para
más largo tiempo y además es el que primero debería solucionarse, es la situación
de los desesperados que huyen de la guerra, y que los “señores de esta -la
guerra-” no parece que estén dispuesto a comprar ni un mísero desatascador para
poner fin a tanto dislate y tantas penurias. Hasta en el Canal de Sicilia hay
atascos por barcazas y cuerpos de inmigrantes sirios que vienen en busca de su
Dorado.
A
grandes males deberían de haber grandes remedios, pero me da a mí que mucho
golpe de pecho y mucho propósito de enmienda, cuando lo que se debería era
buscar un poco de vaselina y algún desatascador para ir descongestionando los
tapones de ponzoña y dando soluciones a los problemas, sobre todo a los que
afectan a las personas.
Os dejo
para que vosotros mismos decidáis la prioridad de los atascos, posiblemente el
mío sea inverso a lo que he expuesto, pero ¡allá vosotros!
Otro
día conjugamos el verbo “desatascar” y nos quedaremos con “desatascando” que es
geranio; perdón, gerundio.