El porqué de Poste Cabildo

El Poste Cabildo es un pilar que sustenta dos arcos porticados de la Plaza de Garrovillas de Alconétar. En tiempos fue lugar donde se reunían los muchos clérigos de la villa para tomar decisiones. Algún tiempo después sostenía las espaldas de los jornaleros que esperaban el dedo apuntador para conseguir un jornal. Yo quiero que este Poste sea lugar para mis reflexiones, compartidas o no, e invitaros a criticarlas.


sábado, 28 de enero de 2017

Mi secreto del agua desvelado. Publicado en Hoy 28-01-2017

Como aquel protagonista de la novela «zafoniana» al que un libro se le apareció en el «cementerio de los libros olvidados», me ha pasado a mí con el recientemente publicado «El secreto del agua» de Martín Tamayo.
Novela que se desarrolla al albur de un pantano en época de florecimiento de estos bajo las directrices de los capitostes del momento.
Yo quiero contar mi secreto, que no es tanto, de otro pantano, este tan real como la vida misma.
El mío se conoce como «embalse de Alcántara», e igual que el novelado inunda las tierras de Encinares contraviniéndolo todo, incluso a costa de alguna pérdida humana, en el caso del Pantano de Oriol, lo que se perdió fue la zona más rica de los alrededores de Garrovillas de Alconétar, y no solamente por los cultivos de algodón, tabaco, maíz…, de su vega, que era zona de sustento de los pueblos próximos, también porque bajo sus aguas se quedó parte del pasado e historia garrovillana.
Poco antes que se produjera la inundación, en las inmediaciones de lo que se conocía como «parador de la Magdalena» se estuvo trabajando en las excavaciones arqueológicas de una basílica paleocristiana del s. V, y aunque se trasladó de lugar el puente Mantible, las aguas inundaron zonas donde aparecieron una espada de bronce y una cruz con láurea de mármol que se conoce con el nombre de «cruz de Alconétar», hoy se encuentran ambas en el Museo Arqueológico Nacional.
Para recordarnos que fue aquella zona quedó de vigía la Torre de Floripes, por donde, según la leyenda, flotan los barriles de Fierabrás, aquellos que Alonso Quijano pedía para él curar sus heridas.
También están bajo las aguas los restos de lo que fue un puente para el ferrocarril, construido en 1881 y dirigido por Gustave Eiffel, autor igualmente de la famosa torre de París.
Cuando se cerraron las compuertas del Pantano de Alcántara se finiquitó el sustento de muchas familias que tuvieron que coger la maleta y montarse en el tren que habían visto pasar tantas veces, tren que, por decisión de los prebostes del momento, alejaron de Garrovillas por miedo a que las chispas de las locomotoras incendiaran sus tierras, tierras que hoy están yermas.
Bajo las aguas también está una industria de baldosines que se nutría de las aguas y la arena del padre Tajo, arena que servía de playa a muchos junto al Mantible, e incluso en un otero había una escuela que acogía a los hijos de los braceros de la zona.
Pero al contrario de la novela de Tamayo, aquí nadie se indignó, todos dieron por bien empleado aquel «pan para hoy y hambre para mañana» que ha hecho que una población que llegó a los 6.000 habitantes hoy esté en poco más de 2.000, y que aquellas aguas bravas, limpias y curativas del Tajo se hayan convertido en aguas remansadas, turbias y tranquilas, como los hombres de mi tierra.

Aquel pan de muchos lo convirtieron en luz de pocos.

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